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Los viajes evocan la aventura; son una oportunidad para ver lo antes no visto, probar nuevos sabores y encontrarnos con gente y costumbres distintas.
Sin embargo, la especie humana no es la única que ha tomado ventaja de ello. Los viajes han sido también grandes oportunidades para que todo po de gérmenes expandan sus territorios y prueben suerte en erras lejanas. Tanto virus como bacterias han tenido la oportunidad de conquistar zonas geográ cas dis ntas a su lugar de origen, y todo esto sin tener que preocuparse por pagar su primera maleta documentada o por la reducción de espacio entre asientos. Estos viajeros oportunistas infectan víc mas que nunca han tenido contacto con ellos, y por lo tanto, su sistema inmune no está preparado, por lo que fácilmente pueden causar epidemias.
El año pasado el pasajero más indeseable fue el virus H1N1, el cual nos hizo re exionar sobre el riesgo que corremos con los medios modernos de transporte y el acortamiento de distancias. Sin embargo, la historia nos demuestra que estos viajeros microscópicos comenzaron sus recorridos mucho antes de que se usaran las reservaciones en línea y las aerolíneas de bajo costo.
La plaga, originaria de la India, fue llevada a Europa en los barcos mercaderes, causando una gran cantidad de muertes entre los siglos XIV y XVII. Y la sí lis se piensa que llegó a España importada del Nuevo Mundo por los marineros españoles, y se extendió más tarde a Italia, Francia y Alemania. Y por su parte, los conquistadores trajeron al Nuevo Mundo la rubéola, provocada por un virus altamente contagioso, que causó la muerte de un gran porcentaje de la población indígena. Ya en nuestro siglo, en 1999, en Nueva York surgió un brote de encefalitis, causado por un virus africano, el cual se sospecha viajó en avión. Y en 2003, un pasajero que viajaba de Hong Kong a Beijing, infectó a varias personas con el virus del SARS en un vuelo de tres horas.
Queda claro que los viajes representan un riesgo biológico, independientemente del medio de transporte. Ya sea en La Pinta, La Niña y la Santa María o en el Boeing 707, virus y bacterias han logrado transportarse e infectar en su puerto de llegada. Pero, ¿qué tan peligroso es viajar en avión?, ¿qué tan susceptibles somos de ser infectados?
Lejos de las creencias generalizadas, el aire del avión recircula cada tres ó cuatro minutos, mientras que el de nuestra o cina y hogar, cada cinco y doce minutos, respectivamente. Adicionalmente, el aire de la cabina pasa por un proceso en donde es calentado a 250˚C, enfriado y pasado por un ltro, así que aunque el aire que se inyecta sea 50% fresco y 50% recirculado, es aire limpio. Por lo que el riesgo de infectarnos es debido, en su mayor parte, al contacto directo con otros pasajeros y no por el aire inyectado en la cabina.
El peligro de contagio aumentará con la duración del trayecto, la cantidad de pasajeros y qué tan cercanos estamos del pasajero infectado. Un estudio de la seguridad de transporte en Australia demostró que el riesgo de contraer una infección es mayor en el aeropuerto y en otras áreas concurridas que durante un vuelo.
El contagio en los aviones es directo de pasajero a pasajero debido a las par culas que viajan en el aire al estornudar o toser y no a través del aire de la cabina
© Sandra Rugio
Viajero Ejecu vo 49