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El rostro cris ano y los fueros de Fernando III
Quizá lo que mejor represente el rostro cris ano de la ciudad sean las famosas iglesias fernandinas, edi cios en los que un marcado cariz románico se funde con el gó co y el mudéjar en una alegre danza sembrada por dis ntos puntos del complejo urbano. Muros de piedra, sillares colocados a soga y  zón, ábsides abovedados y rosetones se complementan en armonía. Entre ellas destacan la iglesia de San Pablo con su huerto que escondía ruinas de un an guo circo romano y la Iglesia de San Francisco y San Eulogio de la Axerquia con su semblante conventual de esté ca barroca que resguarda un prodigioso retablo dieciochesco.
Mención aparte merece el alcázar de los Reyes Cris anos, lugar predilecto de los dis ntos gobernantes de la ciudad. Cuando en 1236 Córdoba es conquistada por Fernando III, el edi cio estaba en ruinas. Correspondió a Alfonso X, el Sabio, y a Alfonso XI la histórica tarea de devolverle viejos esplendores. Algo que, desde mi perspec va, se logró con creces. Apenas se vislumbra el complejo, salen al paso del caminante cuatro torres que rematan los ángulos: los Leones, el Homenaje, la Inquisición y las Palomas. La obra se ar cula en torno a los pa os como eje uni cador, alrededor del cual se dan cita hermosas
Lo que mejor representa el rostro cris ano de la ciudad son las famosas iglesias fernandinas
cúpulas gó cas, estancias y corredores de cuidadosa manufactura, mármoles y canales de agua diáfana que con uyen en albercas.
Si el clima no resulta del todo agradable, Córdoba ofrece el Museo de Bellas Artes con su pa o constelado de naranjos y una escalera barroca que per se valen la visita. El recinto cuenta con pinturas de Bartolomé Bermejo, Ribera, Zurbarán, Murillo, Antonio del Cas llo y algunas joyas de pintores y escultores de la región. De esta forma, el fastuoso complejo urbanís co cordobés se yergue con orgullo en la rica región andaluza. Sus jardines  enen generalmente una fuente en el centro, donde con uyen todos los caminos, acaso una bella metáfora para una ciudad que no  ene una iden dad de nida porque las  ene todas. •
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