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La Mezquita-Catedral es un espléndido santuario que evoca la pequeñez del ser humano frente a la divinidad
© Alfonso Gómez Arciniega
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romano, lo que me permi ría iniciar por la tarde el recorrido de la mezquita. Me decanté por unas deliciosas croquetas de rabo de toro y una cerveza. Los olores de la cocina andaluza empezaron a invadir la estancia y entre las mesas des laron las viandas: salmorejo cordobés, pichones a la almendra,  amenquines, berenjenas fritas y pescados en adobos.
Más que sa sfecho por esos prodigios culinarios, me dirigí a la Mezquita-Catedral de Córdoba. Construida sucesivamente desde los  empos de Abderramán I sobre la base de la basílica de San Vicente Már r, se cuenta que el mismísimo brazo de Mahoma se conservaba en sus recintos y, por lo tanto, fue uno de los lugares de peregrinación de mayor relevancia para los musulmanes, llegando a eclipsar muchos puntos de Oriente Medio.
Conforme me voy adentrando en la penumbra emergen al ces rematados en mitra, linternas octogonales, herraduras. El espléndido santuario evoca la pequeñez del ser humano frente a la divinidad, con sus columnas pletóricas de guiños artesanales, en una peculiar mancuerna de la devoción cris ana y musulmana. Es conocido que este  po de intervenciones sobre edi cios preexistentes  enden a simbolizar la conquista y el dominio ideológico sobre la cultura precedente. Recordando a la Pirámide-Catedral de Cholula, Puebla, en México, la Mezquita-Catedral se trata de una bella metamorfosis que conjuga las tendencias gó ca y renacen sta del cris anismo y la rica veta del mundo musulmán.
Por toda su riqueza histórica, Córdoba ha sido distinguida por la UNESCO como Patrimonio material e inmaterial de la humanidad
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