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Una mañana de abril, con el sol brillando en el cielo –no por mucho  empo, comprobaría después–, comencé mi recorrido por esta ciudad. La tarde anterior, llegué al aeropuerto de Incheon, a poco más
de una hora de camino en tren. En mis primeras horas aquí no logré apreciar si quiera un poco de sus contrastes y paisajes: Seúl es una de esas ciudades que se va develando poco a poco, dejando impresiones dis ntas a cada paso.
Una buena forma de apreciar la ciudad es observarla desde su ubicación a lo largo del río Hangang. Con más de 10 millones de habitantes, es una de las metrópolis más grandes del mundo, y con núa creciendo a pasos agigantados. Gran parte de la ciudad se caracteriza por construcciones modernas, pero todavía abundan los barrios más tradicionales, llenos de comercios y puestos de comida callejeros. Todo esto decorado con palacios, puertas an guas y santuarios que sorprenden al salir a tu paso.
Decidí visitar primero los palacios de la dinas a Joseon, la más relevante en la historia de la ciudad, pues duró poco más de cinco siglos, de 1392 a 1910. Hay cuatro palacios an guos repar dos en la zona norte, en dirección opuesta al río. Comencé en Deoksugung. De los palacios en Seúl, este es el que mejor expresa la coexistencia del pasado y el presente, pues está rodeado de construcciones modernas. El interior es un conjunto de edi cios de es lo tradicional, rodeados de amplios espacios y jardines. Fue aquí en donde pude ver las primeras  ores de cerezo del año. Un hombre amable notó mi alegría y comentó acerca del buen  empo, “pero no durará mucho”, me dijo. Las nubes anunciaban un inminente chubasco.
Al salir del palacio tuve la suerte de ver la ceremonia del cambio de guardia real. Ves dos a la usanza an gua, varios hombres se colocaron en la entrada y en el fondo sonaba una pieza de música tradicional realmente hermosa. Recuerdo sen r el impulso de grabar esas notas en mi celular, pues no quería olvidarlas. Así lo hice. Más tarde supe que los sonidos más bellos que escuché eran producidos por el gayageum, un instrumento de 12 cuerdas, de los más representa vos de Corea.
Andando por una de las avenidas principales, me dirigí al siguiente palacio en mi lista: Gyeongbokgung. En el camino hay una estatua dorada del Rey Sejong (1397-1450) de la dinas a Joseon, uno de los más grandes soberanos en la historia del país. Entre otras cosas, se le conoce como el creador del hangeul, el alfabeto coreano.
En el siguiente palacio, Changdeokgung, el cual fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997, se guardan los tesoros más sorprendentes de entre todos los palacios de la ciudad. Aquí se pueden apreciar elementos muy an guos del arte decora vo conocido como dancheong. Se trata de un es lo de pintura sobre la super cie de los edi cios hecho con seis colores básicos: rojo, azul, amarillo, negro, blanco y verde.
Para entonces, la lluvia comenzó a caer, justo después de que saliera del palacio. Era un buen momento para explorar otra de las caras de Seúl. La ciudad es famosa por su ac vidad comercial. El mercado de Dongdaemun es un excelente ejemplo de esta reputación ganada a pulso. Durante el día, la zona está dominada por centros comerciales,
En los palacios de Seúl se pueden apreciar el dancheong, un es lo de pintura sobre la super cie de los edi cios hecho con seis colores básicos: rojo, azul, amarillo, negro, blanco y verde
© Cecilia Avila
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